Un estudio a gran escala realizado en EE.UU por el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) demuestra que los adolescentes que viven en zonas con altos niveles de luz artificial por la noche tienden a dormir menos y tienen más probabilidades de sufrir un trastorno del estado de ánimo en comparación con los adolescentes que viven en zonas de bajos niveles de luz nocturna.
Se cree que los ritmos diarios, incluidos los ritmos circadianos que impulsan nuestros ciclos de sueño-vigilia, son factores importantes que contribuyen a la salud física y mental. La presencia de luz artificial en la noche puede perturbar estos ritmos, alterando el ciclo luz-oscuridad que influyen en los procesos hormonales, celulares y otros procesos biológicos. Mientras que se han realizado múltiples investigaciones evaluando las asociaciones entre la luz artificial en interiores, los ritmos diarios, y la salud mental, el impacto de luz artificial en exteriores ha recibido relativamente menos atención, especialmente con estudios centrados en adolescentes.
En este estudio, publicado recientemente en la revista científica JAMA Psychiatry, se examinaron los datos de una muestra representativa a nivel nacional de los adolescentes de los Estados Unidos, que se recogieron entre 2001 y 2004 como parte de la encuesta “National Comorbidity Survey Adolescent Supplement (NCS-A)”. El conjunto de datos incluía información sobre las características a nivel individual y a nivel de vecindario, resultados de salud mental y patrones de sueño de un total de 10.123 adolescentes de 13 a 18 años.
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